La mañana de ese Domingo, se presentaba
espectacular al despuntar el sol majestuoso, teñía de rojo carmesí el imponente
cielo en el que aún se podía notar hacia el poniente, un sector tachonado de
brillantes estrellas que palidecían al dar la bienvenida al astro Rey tras los
riscos impresionantes que forma el horizonte; Al pie de la montaña, asentado en
la rivera del rio que perezosamente serpentea entre pastizales, sembradíos y
potreros se encuentra lo que en otros tiempos fue el casco de la prospera
hacienda agrícola y ganadera de “El Copalillo”, hoy convertida en el rancho y
hogar de la familia Jáuregui, reconocidos agricultores de la región que conservan hasta
la fecha un acendrado amor a la tierra y
un reverente respeto a las costumbres de sus predecesores, quienes cimentaron
lo que con el correr del tiempo daría brillo al blasón, lustre al apellido y
abolengo a la familia Jáuregui.
Toda la estirpe de los Jáuregui han sido
Charros de prosapia, desde el tiempo en que las faenas que hoy son parte de una
competencia en una lid deportiva, eran parte del vivir diario y se ejecutaban
como tareas habituales para vencer los obstáculos que el bregar con ganado
mayor representaba para su reproducción, alimentación y cuidado.
Jesús, el hijo mayor de Don Adolfo Jáuregui
cumple hoy 15 años, fecha añorada por Chuy, ya que como se lo ha prometido su padre
desde hace algunos años, en esta fecha se convierte en elemento competitidor
del equipo de Charrería de su hacienda, pues desde su infancia ha aprendido con
dedicación, sacrificios y empeño la ejecución de las suertes Charras y de esta
manera ha aquilatado el valor que entraña el deporte de sus amores, que ha sido
el lazo de unión entre sus ancestros y
la vida de que él disfruta en el presente, llena de satisfacciones y con un
futuro pletórico de promesas y excelentes augurios en el horizonte de su porvenir.
Con motivo de su cumpleaños se ha
concertado una competencia entre el equipo de la Asociación de Charros
“Everardo Jáuregui”, quien fuera en vida el abuelo de Chuy, con la
participación de familiares, pues sus tíos y primos, al lado de trabajadores
que a diario laboran en esta hacienda la conforman; Competirán contra una
asociación de renombre que viajan desde Guadalajara, cuna de Charros de linaje
rancio, quienes han sido invitados especialmente a celebrar este
acontecimiento.
Son las 4:30 de la mañana y el aroma a
chocolate que se escapa desde el fogón en la cocina de la casa, donde se
preparan desde esta hora los manjares campiranos que los invitados disfrutarán
a lo largo del día, invade la habitación de Chuy lo cual despierta en él un
apetito atroz, y sin pensarlo más, salta de la cama y después de vestir sus
ropas de trabajo y amodorrado aún, se encuentra con su padre en el pasillo que
forman los arcos vetustos alrededor del patio enorme con su fuente cantarina de
cristalinas aguas al centro del casco de lo que fuera la hacienda de sus
antecesores, después del cariñoso saludo de costumbre, lleno de respeto de un
hijo hacia su padre, Don Adolfo Jáuregui es el primero en felicitar
efusivamente a su hijo en ocasión de su aniversario de nacimiento, haciéndole
notar que a su corta edad ha llegado a ganarse su total confianza y respeto y
desde hoy, como se lo prometió hace ya algunos ayeres pasará a formar parte
activa de la Asociación de Charros que lleva el nombre de su abuelo “Everardo
Jáuregui” y con tal responsabilidad a cuestas le sugiere que se dirija a la
caballeriza que se encuentra al final de la larga fila de establos, cerca del
machero y antes del sillero que atesora los arreos usados en las labores de la
hacienda así como los usados en la práctica de la Charrería, lugar en donde
encontrará la “Cuelga” por su cumpleaños.
El Califa |
Sin salir del estado de estupor ocasionado
por tan regio obsequio en su aniversario natal, se acercó a la bestia, que
desde el primer momento dejó ver su
nobleza y docilidad al aceptar de inmediato los terrones de azúcar que Chuy le
ofreció, sellando de esta manera un pacto que auguraba una relación franca y
sincera entre el caballo y su amo y sin pensarlo comenzó a ensillar su nuevo
compañero con el juego de nuevos arreos que se encontraba sobre unos fardos de
alfalfa por fuera de la caballeriza, colocados estratégicamente por su padre
con anterioridad como complemento del obsequio.
Al terminar de ensillar a su cabalgadura,
el mozo se calzó las espuelas y enfilando sus pasos hacia la casa que sobre el
camino real se encuentra a corta distancia para visitar a sus vecinos, al
cruzar el quicio del arco de cantera que es la entrada a la hacienda encontró
nuevamente a su padre y con frases llenas de amor filial agradeció el obsequio
de aquella obra maestra de la naturaleza que recibió como obsequio, luego de
cabalgar un rato por fin llegó a la casa de la familia García Verduzco que
igual que ellos, son gente apegada al campo y amantes del contacto con la
naturaleza, en el recorrido se encuentra con Don Pancho, patriarca de la
familia, quien a esa hora ya se dirige a revisar el estado en que se encuentra
el ganado que pasta a las orillas del rio en los pastizales de su propiedad,
sin detenerse, se saludan a la usanza del campo, descubriendo su cabeza Chuy en
señal de respeto y tocándose el ala de su sombrero Don Pancho.
Al entrar al rancho de la vecina familia y
sentada en el brocal del pozo que alimenta de agua las necesidades de sus
moradores se encuentra de frente con Esperanza, hija primogénita de la familia
García, quien con sus ojos negros como el azabache, de un tiempo al presente ha
desequilibrado su estado emocional, al punto de querer hacer de aquella mujer
su compañera eterna y con la torpeza propia de su corta edad no acierta sino a
saludarla desde su caballo y aprovecha el momento para comunicarle la noticia
de su nuevo compañero, al cual ha bautizado con el nombre de “El Califa” por su
porte real y su temperamento de brío escondido, echando pie a tierra en seguida.
Ella en señal de reciproca simpatía y sentimientos, le ofrece sus brazos
abiertos para recibirlo en un abrazo lleno de sentimientos velados e ilusiones
y sueños reprimidos, haciéndole patentes sus felicitaciones en el aniversario
de su nacimiento.
Al sentir el tibio cuerpo de su amor hasta
ahora secreto, Chuy se siente transportado al edén en un éxtasis espiritual
desconocido hasta ahora para él y de golpe y en segundos se da cuenta de que
aquella niña, que en ocasiones ha tratado hasta con desdeño, es la dueña de sus sentimientos y emociones y en un beso tierno, limpio y
transparente como aquella mañana, se entregan mutuamente y en silencio al
compromiso de amarse y respetarse hasta
la muerte.
La voz autoritaria de doña Rosa, madre de
Esperanza, se escuchó detrás de los enormes maceteros que adornan el jardín que
rodea la casa, buscando a su hija y rompe el momento mágico de aquél mundo raro
al que se asomaban por primera vez y los vuelve a la realidad, con su habitual
cortesía saluda Chuy a la Señora Rosa y al momento le muestra el regalo de que
ha sido objeto en el día de su cumpleaños por parte de su padre, Doña Rosa
después de felicitar a Chuy se dirige nuevamente hacia la cocina de su hogar
para proseguir con los quehaceres matutinos, Chuy y Pera se encuentran de nueva
cuenta a solas, momento que aprovecha él para acercarse a ella y como un común
criminal, logra robarle un beso posando suavemente sus labio en los trémulos
pétalos de rosa que son los de ella y sentirse en el umbral de paraíso reiterándole
la invitación que sus padres han hecho a los de ella y que no deje de asistir a
la Charreada que se llevará a cabo en el Lienzo de su rancho al medio día.
Chuy
vuelve a montar al Califa y de una forma por demás cordial y respetuosa,
producto de la educación que en el seno de su familia ha recibido, se despide
de Esperanza, no sin antes conseguir la promesa de su asistencia a la
Charreada, pues desde hoy y a pesar de las costumbres que la sociedad impone,
todos los actos de la vida de Chuy serán regidos inconscientemente y de forma
sutil por la influencia de la mujer amada.
En el trayecto de la casa de Pera a la
suya, Chuy cabalga en El Califa pero sobre nubes, pues siente en su interior la
tibia sensación de habitar en otro mundo lleno de sueños e ilusiones a realizar
en su futuro con la nueva Diosa de su vida y al cruzarse en el camino con un grupo de rancheros que regresaban de la
capilla cercana, después de escuchar la misa Dominical, volvió a la realidad y
lo asaltó la idea del compromiso que adquiere al serle conferida la
responsabilidad de asegurar la perpetuidad de las costumbres, cultura y
tradiciones que serán depositadas en él por su padre, quien a su vez las heredó
del suyo y de su abuelo y absorto en estos pensamientos llegó a su querida
hacienda “El Copalillo” encontrándose con el trajín común en estas ocasiones.
A Preparar el Ganado |
Luego de un ligero desayuno se unió al
Caporal de la Charreada y el resto de socios de su asociación para llevar a
cabo los preparativos del evento, corriendo a temprana hora el ganado Vacuno y
Caballar destinado a la competencia, retirándose luego a su casa a tomar una
refrescante ducha, tras la cual se enfundó en el Terno del traje de Charro de
media gala que en esta ocasión sintió con un peso especial pues se dio cuenta
que de ahora en adelante llevaría sobre sus espaldas no solos la
responsabilidad de una labor de equipo, sino la de tantas generaciones de su
familia y la de tantos Mexicanos que como él aman y respetan las tradiciones,
costumbres y el legado de toda una patria que reclama su lugar en el fondo del
corazón de cada uno de ellos.
Para cumplir con sus obligaciones
religiosas Dominicales se unió al resto de la familia formada por sus padres,
Adolfo y Cristina y sus hermanos menores, María Elena, Raquel y el pequeño Everardo
llamado así memoria de su abuelo, se dirigieron a la cercana
capilla en donde cada semana se atendían las necesidades espirituales de la
comunidad.
Después de los actos religiosos en donde,
de reojo alcanzo a distinguir a Pera en recogida oración, al llegar a casa se
ajustó las Chaparreras y se calzó las espuelas y se dispuso a recibir de una
forma cordial y amable al equipo de la Asociación invitada y al resto de las
personas a las que sus padres habían hecho invitación expresa.
Con el desfile, Comienza la Charreada |
Al tocarse la cabeza con el Jarano de
fieltro, después de persignarse en señal de respeto religioso y al escuchar las
primeras notas de la “Marcha a Zacatecas”, dirigió su mirada hacia el palco en
que Esperanza, al lado de sus padres se disponían a ser testigos del bautismo Charro de Jesús Jáuregui en este día
inolvidable de su existencia y dio gracias a su creador por derramar en él las
bendiciones de una familia unida, una mujer que a su corta edad ya sentía que
amaba sin límites, y una tradición y deporte al que se entregaba sin reservas
haciéndose la promesa íntima de luchar a
brazo partido y sin descanso para hacer cumplir el deseo de Don Delfín Sánchez Juárez,
quien implora…
“Que
no se acabe esa raza
De
los hombres de a caballo
O
que acabe yo primero
Y no me toque llorarlo”