Tuesday, August 21, 2012

Hoy Nacemos


Presentación

Este 21 de Agosto de 2012 a solo unos días del pasado aniversario 39 de la inundación de la ilustre y noble ciudad de Irapuato, nos embarcamos finalmente en un sueño acariciado por algún tiempo, el humilde espacio frente a sus ojos será una ventana para mostrar una diversidad de tópicos que espero con humildad resulte de interés a las personas que por accidente o por curiosidad se acerquen a ella; La intención es de atraer la atención de los visitante a esta página y resaltar o hacer notar ideas y acontecimientos que vienen a mi mente y que me gustaría compartir con el viajero cibernético que las encuentre, el deseo dominante es de que ésta aventura no termine como el célebre Rosario de Amozoc, en un disparate o desaguisado, a propósito del llamado Rosario de Amozc creo que es un buen tema para exponerlo como inicio de este blog.

Con frecuencia escuchamos la frase: “Ojala no termine esto como el Rosario de Amozoc”, aparentemente la raíz de esta expresión se remonta al tiempo de la Colonia a finales del Siglo XVI, se rumora sin ser una afirmación dogmática que sucedió en el año de 1797, en la población de Amozoc de Mota en el estado de Puebla, nombre de origen náhuatl que significa: “lugar en donde no existe lodo”.
En este tranquilo poblado de artesanos y gente sencilla y trabajadora, tenia su residencia un mancebo llamado Alberto, quien era el dirigente de una agrupación de orfebres plateros de las más importantes de la región y Enrique, líder del segundo gremio, éstos de forjadores de hierro y también de gran relevancia en la comunidad.
Ambos jóvenes estaban prendidos de una bella muchacha de nombre Catalina a la que todo mundo conocía como “La Culata”, la disputa por los favores de la hermosa hembra, con el correr del tiempo, tomó tonos de animosidad elevados al punto de convertirse en un odio incontrolable que Enrique sentía por su rival en amores Alberto quien aparentemente era el receptor de los favores de “La Culata” y en cuanta ocasión se presentaba, había connatos de riña entre ellos, hasta que Alberto optó por no asistir a las celebraciones religiosas del santo patrono de la villa para evitar los roces con Enrique, pero éste a su vez tampoco se hizo presente para evitarle a Alberto la oportunidad de encontrarse a solas con Catalina.
Cuando ellos, como líderes de los principales gremios de trabajadores en el poblado se ausentaron de los preparativos y celebraciones en honor del santo patrono de la comunidad, La Virgen del Rosario, sus cuadrillas de agremiados se unieron al boicot sin saber bien a bien la razón, bastaba que sus jefes no asistieran para seguir su ejemplo.
La influencia que los mancebos ejercían en sus gremios se hizo notoria en la celebraciones de aquel año pues sus afiliados dejaron de asistir, ahora por encargo directo de los cabecillas, las celebraciones se vieron desangeladas, deslustradas y sin atractivo por la escasa asistencia popular a las fiestas además de la falta de recursos económicos que los artesanos de las dos cofradías aportaban para la festividad, razón por la cual el siguiente año las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas preocupados por un posible enfrentamiento y presagiando lo deslucido de las ya próximas festividades, convocaron a los dos lideres a una reunión en la que después de amonestarlos y mediante el dialogo, llegaron a un convenio celebrando un pacto mediante el cual ambos agrupaciones se comprometían a poner sus diferencias a un lado durante una tregua para la preparación y celebración de las fiesta religiosa, entre las obligaciones de los gremios, estaba el costear las festividades del Santo Patrono y de común acuerdo los dos bandos cooperaron por partes iguales para sufragar los gastos de música,  pólvoras y castillos que darían brillo y esplendor a las celebraciones.
La preparación durante algunos días, luego del compromiso contraído, resultó todo un éxito pues ambas camarillas ayudaron con sus esfuerzos; el día de las festividades, el pueblo completo se regocijaba con las devociones y liturgias desde la madrugada con el repique de campanas y quema de cohetes durante la alborada y la tradicional serenata musical matutina, a lo largo del día la celebración se convirtió en un festival de regocijo, buena voluntad y armonía entre los moradores de Amozoc, aunque entre Enrique y Alberto se conservaba una prudente distancia pues la presencia de “La Culata” no dejaba de causar animosidad entre los dos pretendientes que la cortejaban ya que solamente los contenía el compromiso contraído con el sacerdote y el alcalde del pueblo; luego de la procesión de los Cristos por las calles del poblado, se celebró un solemne tedeum y para finalizar; el broche de oro de las celebraciones era el Santo Rosario que los fervorosos habitantes del pueblo rezaban con admirable devoción, al terminar los Misterios Gozosos y comenzar la letanía, como la ocasión era postinera se cantaba en latín la y al final de cada alabanza que el solista en el coro con el acompañamiento del órgano lanzaba, el pueblo contestaba al unísono “Ora pro nobis”, así fueron trascurriendo las invocaciones y el pueblo contestando Ora pro nobis… Mater puríssima. Con lagrimas en los ojos las ancianas del pueblo elevaban sus plegarias a Mater  puríssima y contestaban, Ora pro nobis, Mater castíssima. Ora pro nobis, Sin entender el significado de las invocaciones por el extraño lenguaje, la feligresía contestaba emocionada, Ora pro nobis, Mater invioláta. Ora pronobis, Mater intemeráta. Ora pro nobis, de repente el artista con todo el fuelle de que eran capaces sus pulmones y su afinadas cuerdas bucales lanzó hasta las bóvedas de aquel sagrado recinto, Mater inmaculáta.
Los tensos nervio de Alberto lo traicionaron y escuchó “Maten a la Culata” como una orden celestial y saltó sobre la bella Catalina blandiendo el puñal que siempre cargaba y con él en la mano y de un golpe hirió grotescamente al objeto de sus pasiones, Enrique reaccionando a la agresión se abalanzó sobre su enemigo y en menos que canta un gallo los dos bandos se enfrascaron en una terrible gresca que degeneró en una ordinaria batalla campal que al final dio como resultado varios muertos, mujeres desgreñadas, ancianos con moretones, niños con chipotes y una gran cantidad de gente mallugada, todo por un mal entendido al alabar a la “Madre Inmaculada”
Cuando las averiguaciones llegaron a su fin, la autoridad Virreinal, suspendió indefinidamente las procesiones y de los actores de aquel episodio, unos fueron encarcelados, otros fueron condenados a trabajos forzados y bajo un velo de misterio también fueron desterrados de la población, la hermosa Catalina “La Culata” en compañía de Alberto sin volverse a saber de ellos.
Desde entonces cuando las cosas comienzan a pintar de color desagradable en alguna manifestación sindical, en el tendido de una plaza de toros, en una reunión social, o en una simple tertulia entre amigos, siempre se escucha el famoso refrán, “Ojala esto no termine como el Rosario de Amozoc”.
A menudo suele leerse en las reseñas deportivas de los diarios deportivos, luego de un Clásico en el Azteca entre Chivas y Aguilas, “Aquello terminó como “El Rosario de Amozoc” entre los apasionados partidarios de ambos equipos

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