Tuesday, November 6, 2012

El Regalo (La edad Soñada)


La mañana de ese Domingo, se presentaba espectacular al despuntar el sol majestuoso, teñía de rojo carmesí el imponente cielo en el que aún se podía notar hacia el poniente, un sector tachonado de brillantes estrellas que palidecían al dar la bienvenida al astro Rey tras los riscos impresionantes que forma el horizonte; Al pie de la montaña, asentado en la rivera del rio que perezosamente serpentea entre pastizales, sembradíos y potreros se encuentra lo que en otros tiempos fue el casco de la prospera hacienda agrícola y ganadera de “El Copalillo”, hoy convertida en el rancho y hogar de la familia Jáuregui, reconocidos  agricultores de la región que conservan hasta la fecha un acendrado amor a la tierra  y un reverente respeto a las costumbres de sus predecesores, quienes cimentaron lo que con el correr del tiempo daría brillo al blasón, lustre al apellido y abolengo a la familia Jáuregui.
Toda la estirpe de los Jáuregui han sido Charros de prosapia, desde el tiempo en que las faenas que hoy son parte de una competencia en una lid deportiva, eran parte del vivir diario y se ejecutaban como tareas habituales para vencer los obstáculos que el bregar con ganado mayor representaba para su reproducción, alimentación y cuidado.
Jesús, el hijo mayor de Don Adolfo Jáuregui cumple hoy 15 años, fecha añorada por Chuy, ya que como se lo ha prometido su padre desde hace algunos años, en esta fecha se convierte en elemento competitidor del equipo de Charrería de su hacienda, pues desde su infancia ha aprendido con dedicación, sacrificios y empeño la ejecución de las suertes Charras y de esta manera ha aquilatado el valor que entraña el deporte de sus amores, que ha sido el lazo de unión  entre sus ancestros y la vida de que él disfruta en el presente, llena de satisfacciones y con un futuro pletórico de promesas y excelentes augurios en el horizonte de su porvenir.
Con motivo de su cumpleaños se ha concertado una competencia entre el equipo de la Asociación de Charros “Everardo Jáuregui”, quien fuera en vida el abuelo de Chuy, con la participación de familiares, pues sus tíos y primos, al lado de trabajadores que a diario laboran en esta hacienda la conforman; Competirán contra una asociación de renombre que viajan desde Guadalajara, cuna de Charros de linaje rancio, quienes han sido invitados especialmente a celebrar este acontecimiento.
Son las 4:30 de la mañana y el aroma a chocolate que se escapa desde el fogón en la cocina de la casa, donde se preparan desde esta hora los manjares campiranos que los invitados disfrutarán a lo largo del día, invade la habitación de Chuy lo cual despierta en él un apetito atroz, y sin pensarlo más, salta de la cama y después de vestir sus ropas de trabajo y amodorrado aún, se encuentra con su padre en el pasillo que forman los arcos vetustos alrededor del patio enorme con su fuente cantarina de cristalinas aguas al centro del casco de lo que fuera la hacienda de sus antecesores, después del cariñoso saludo de costumbre, lleno de respeto de un hijo hacia su padre, Don Adolfo Jáuregui es el primero en felicitar efusivamente a su hijo en ocasión de su aniversario de nacimiento, haciéndole notar que a su corta edad ha llegado a ganarse su total confianza y respeto y desde hoy, como se lo prometió hace ya algunos ayeres pasará a formar parte activa de la Asociación de Charros que lleva el nombre de su abuelo “Everardo Jáuregui” y con tal responsabilidad a cuestas le sugiere que se dirija a la caballeriza que se encuentra al final de la larga fila de establos, cerca del machero y antes del sillero que atesora los arreos usados en las labores de la hacienda así como los usados en la práctica de la Charrería, lugar en donde encontrará la “Cuelga” por su cumpleaños.
El Califa
Haciendo caso omiso del apetito que sentía, Chuy encamina sus pasos hacia la caballeriza mencionada y al abrir el cerrojo y franquear la puerta, se encuentra de frente con la sorpresa de su vida, al posar sus ojos en aquél cromo de caballo; Un cuarto de milla con sangre de Raza Azteca de 5 años, Alazán Tostado, jilote de crin y cola con un lucero en la frente, tobillero en la pata derecha; De cabeza fina, facciones rectangulares, perfil recto, frente ancha, ojos vivos y expresivos de forma triangular, boca mediana con los belfos delgados, tupé bien poblado con crines sedosas, orejas alacranadas y bien separadas, un cuello de base ancha en la intersección del tronco y muy refinado en la unión con la cabeza, su cruz es amplia y desvanecida sobre el dorso, los hombros fuertes y separados, el pecho ancho y musculoso, el dorso corto, recto y fuerte, costillares bien arqueados, hijares llenos y el vientre medio, la grupa suavemente unida al lomo y con la característica del anca partida y larga, la cola es de crines largas, finas y sedosas, el aplomo de sus extremidades tanto delanteras como traseras es perfecto en la posición natural del animal, de carácter apacible y docilidad singular.
Sin salir del estado de estupor ocasionado por tan regio obsequio en su aniversario natal, se acercó a la bestia, que desde el primer momento dejó ver  su nobleza y docilidad al aceptar de inmediato los terrones de azúcar que Chuy le ofreció, sellando de esta manera un pacto que auguraba una relación franca y sincera entre el caballo y su amo y sin pensarlo comenzó a ensillar su nuevo compañero con el juego de nuevos arreos que se encontraba sobre unos fardos de alfalfa por fuera de la caballeriza, colocados estratégicamente por su padre con anterioridad como complemento del obsequio.
Al terminar de ensillar a su cabalgadura, el mozo se calzó las espuelas y enfilando sus pasos hacia la casa que sobre el camino real se encuentra a corta distancia para visitar a sus vecinos, al cruzar el quicio del arco de cantera que es la entrada a la hacienda encontró nuevamente a su padre y con frases llenas de amor filial agradeció el obsequio de aquella obra maestra de la naturaleza que recibió como obsequio, luego de cabalgar un rato por fin llegó a la casa de la familia García Verduzco que igual que ellos, son gente apegada al campo y amantes del contacto con la naturaleza, en el recorrido se encuentra con Don Pancho, patriarca de la familia, quien a esa hora ya se dirige a revisar el estado en que se encuentra el ganado que pasta a las orillas del rio en los pastizales de su propiedad, sin detenerse, se saludan a la usanza del campo, descubriendo su cabeza Chuy en señal de respeto y tocándose el ala de su sombrero Don Pancho.
Al entrar al rancho de la vecina familia y sentada en el brocal del pozo que alimenta de agua las necesidades de sus moradores se encuentra de frente con Esperanza, hija primogénita de la familia García, quien con sus ojos negros como el azabache, de un tiempo al presente ha desequilibrado su estado emocional, al punto de querer hacer de aquella mujer su compañera eterna y con la torpeza propia de su corta edad no acierta sino a saludarla desde su caballo y aprovecha el momento para comunicarle la noticia de su nuevo compañero, al cual ha bautizado con el nombre de “El Califa” por su porte real y su temperamento de brío escondido, echando pie a tierra en seguida. Ella en señal de reciproca simpatía y sentimientos, le ofrece sus brazos abiertos para recibirlo en un abrazo lleno de sentimientos velados e ilusiones y sueños reprimidos, haciéndole patentes sus felicitaciones en el aniversario de su nacimiento.
Al sentir el tibio cuerpo de su amor hasta ahora secreto, Chuy se siente transportado al edén en un éxtasis espiritual desconocido hasta ahora para él y de golpe y en segundos se da cuenta de que aquella niña, que en ocasiones ha tratado hasta con desdeño,  es la dueña de sus sentimientos  y emociones y en un beso tierno, limpio y transparente como aquella mañana, se entregan mutuamente y en silencio al compromiso de amarse  y respetarse hasta la muerte.
La voz autoritaria de doña Rosa, madre de Esperanza, se escuchó detrás de los enormes maceteros que adornan el jardín que rodea la casa, buscando a su hija y rompe el momento mágico de aquél mundo raro al que se asomaban por primera vez y los vuelve a la realidad, con su habitual cortesía saluda Chuy a la Señora Rosa y al momento le muestra el regalo de que ha sido objeto en el día de su cumpleaños por parte de su padre, Doña Rosa después de felicitar a Chuy se dirige nuevamente hacia la cocina de su hogar para proseguir con los quehaceres matutinos, Chuy y Pera se encuentran de nueva cuenta a solas, momento que aprovecha él para acercarse a ella y como un común criminal, logra robarle un beso posando suavemente sus labio en los trémulos pétalos de rosa que son los de ella y sentirse en el umbral de paraíso reiterándole la invitación que sus padres han hecho a los de ella y que no deje de asistir a la Charreada que se llevará a cabo en el Lienzo de su rancho al medio día.
 Chuy vuelve a montar al Califa y de una forma por demás cordial y respetuosa, producto de la educación que en el seno de su familia ha recibido, se despide de Esperanza, no sin antes conseguir la promesa de su asistencia a la Charreada, pues desde hoy y a pesar de las costumbres que la sociedad impone, todos los actos de la vida de Chuy serán regidos inconscientemente y de forma sutil por la influencia de la mujer amada.
En el trayecto de la casa de Pera a la suya, Chuy cabalga en El Califa pero sobre nubes, pues siente en su interior la tibia sensación de habitar en otro mundo lleno de sueños e ilusiones a realizar en su futuro con la nueva Diosa de su vida y al cruzarse en el camino con  un grupo de rancheros que regresaban de la capilla cercana, después de escuchar la misa Dominical, volvió a la realidad y lo asaltó la idea del compromiso que adquiere al serle conferida la responsabilidad de asegurar la perpetuidad de las costumbres, cultura y tradiciones que serán depositadas en él por su padre, quien a su vez las heredó del suyo y de su abuelo y absorto en estos pensamientos llegó a su querida hacienda “El Copalillo” encontrándose con el trajín común en estas ocasiones.
A Preparar el Ganado
Luego de un ligero desayuno se unió al Caporal de la Charreada y el resto de socios de su asociación para llevar a cabo los preparativos del evento, corriendo a temprana hora el ganado Vacuno y Caballar destinado a la competencia, retirándose luego a su casa a tomar una refrescante ducha, tras la cual se enfundó en el Terno del traje de Charro de media gala que en esta ocasión sintió con un peso especial pues se dio cuenta que de ahora en adelante llevaría sobre sus espaldas no solos la responsabilidad de una labor de equipo, sino la de tantas generaciones de su familia y la de tantos Mexicanos que como él aman y respetan las tradiciones, costumbres y el legado de toda una patria que reclama su lugar en el fondo del corazón de cada uno de ellos.
Para cumplir con sus obligaciones religiosas Dominicales se unió al resto de la familia formada por sus padres, Adolfo y Cristina y sus hermanos menores, María Elena, Raquel y el pequeño Everardo llamado así memoria de su abuelo, se dirigieron a la cercana capilla en donde cada semana se atendían las necesidades espirituales de la comunidad.
Después de los actos religiosos en donde, de reojo alcanzo a distinguir a Pera en recogida oración, al llegar a casa se ajustó las Chaparreras y se calzó las espuelas y se dispuso a recibir de una forma cordial y amable al equipo de la Asociación invitada y al resto de las personas a las que sus padres habían hecho invitación expresa.
Con el desfile, Comienza la Charreada
Al tocarse la cabeza con el Jarano de fieltro, después de persignarse en señal de respeto religioso y al escuchar las primeras notas de la “Marcha a Zacatecas”, dirigió su mirada hacia el palco en que Esperanza, al lado de sus padres se disponían a ser testigos del  bautismo Charro de Jesús Jáuregui en este día inolvidable de su existencia y dio gracias a su creador por derramar en él las bendiciones de una familia unida, una mujer que a su corta edad ya sentía que amaba sin límites, y una tradición y deporte al que se entregaba sin reservas haciéndose la promesa íntima  de luchar a brazo partido y sin descanso para hacer cumplir el deseo de Don Delfín Sánchez Juárez, quien implora…

“Que no se acabe esa raza
De los hombres de a caballo
O que acabe yo primero
Y no me toque llorarlo”